25 de junio de 2021

Sobre el alma - La muerte de Sócrates


Fragmentos del diálogo de Platón: FEDÓN 


A mi familia

En memoria de Juan Martín D.A

65ª Por lo tanto, ¿no te parece que, por entero, la ocupación de tal individuo (el filósofo) no se centra en el cuerpo, sino que, en cuanto puede, está apartado de éste, y en cambio, está vuelto hacia el alma?

65b ¿Y que hay respecto de la adquisición de la misma sabiduría? ¿Es el cuerpo un impedimento o no, si uno lo toma en la investigación como compañero? Quiero decir, por ejemplo, lo siguiente: ¿acaso garantizan alguna verdad la vista y el odio a los humanos, o sucede lo que incluso los poetas nos repiten de continuo, que no oímos nada preciso ni lo vemos? Aunque, si estos sentidos del cuerpo no son exactos ni claros, mal lo serán los otros. Pues todos son inferiores a estos.

¿Cuándo entonces, el alma aprende la verdad? Porque cuando intenta examinar algo en compañía del cuerpo, está claro que entonces, es engañada por él. 

65c ¿No es, pues, al reflexionar, más que ningún otro momento, cuando se le hace evidente algo de lo real?

Y reflexiona, sin duda, de manera óptima, cuando no la perturba, ninguna de esas cosas, ni el oído ni la vista, ni el dolor ni placer alguno, sin que ella se encuentra al máximo en sí misma, mandando de paseo al cuerpo, y, sin comunicarse ni adherirse a él, tiende a lo existente.

66b Puede ser que alguna senda nos conduzca hasta el fin, junto con el razonamiento, en nuestra investigación, en cuanto a que, en tanto tengamos cuerpo y nuestra alma esté contaminada por la ruindad de este, jamás conseguiremos suficientemente aquello que deseamos. Afirmamos desear lo que es verdad. Pues el cuerpo nos procura mil preocupaciones por la alimentación necesaria; y, además, si nos afligen algunas enfermedades, nos impide la caza de la verdad. Nos colma de amores y deseos, de miedos y de fantasmas de todo tipo, y de una enorme trivialidad, de modo que ¡cuan verdadero es el dicho de que en realidad con él no nos es posible meditar nunca nada!

Porque, en efecto, guerras, revueltas y batallas ningún otro las origina sino el cuerpo y los deseos de éste. Pues a causa de la adquisición de riquezas se originan todas las guerras, y nos vemos forzados a adquirirlas por el cuerpo, siendo esclavos de sus cuidados. Por eso tenemos tiempo libre para la filosofía, con todas esas cosas suyas. Pero el colmo de todo es que, si nos queda algún tiempo libre de sus cuidados y nos dedicamos o observar algo, inmiscuyéndose de nuevo en nuestras investigaciones nos causa alboroto y confusión, y nos perturba de tal modo que por él no somos capaces de contemplar la verdad. 

En realidad, tenemos demostrado que, si alguna vez vamos a saber algo limpiamente, hay que separarse de él y hay que observar los objetos reales en sí con el alma por sí misma. Y entonces, según parece, obtendremos lo que deseamos y de lo que decimos que somos amantes de la sabiduría, una vez que hayamos muerto, según indica nuestro razonamiento, pero no mientras vivimos. Pues si no es posible por medio del cuerpo conocer nada limpiamente, una de dos: o no es posible adquirir nunca el saber, o solo muertos. Porque entonces el alma estará consigo misma separada del cuerpo, pero antes no.

 Y mientras vivimos, como ahora, según parece, estaremos mas cerca del saber en la medida en que no tratemos ni nos asociemos con el cuerpo a no ser en la estricta necesidad, y no nos contaminemos de la naturaleza suya, si no que nos purifiquemos de él, hasta que la divinidad misma nos libere. Y así cuando nos desprendamos de la insensatez del cuerpo, según lo probable estaremos en compañía de lo semejante y conoceremos por nosotros mismos todo lo puro, que eso es seguramente lo verdadero. Pues al que no esté puro, me temo que no le es licito captar lo puro.

68ª Por tanto, los que de verdad filosofan, Simmias, se ejercitan en morir, y el estar muertos es para estos individuos mínimamente temible. Obsérvalo a partir de lo siguiente. Si están pues, enemistados por completo con el cuerpo, y desean a tener a su alma sola en sí misma, cuando eso se les presenta, ¿no sería una enorme incoherencia que no marcharan gozosos hacía allí adonde tiene esperanza de alcanzar lo que durante su vida desearon amantemente – pues amaban el saber – y de verse apartados de aquello con lo que convivían y estaban enemistados? Cierto que, si morir sus seres amados, o sus esposas, o sus hijos, muchos por propia decisión quisieron marchar al Hades, guiados por la esperanza de ver y convivir allá con los que añoraban ¿Y en cambio, cualquiera que ame de verdad la sabiduría y que haya albergado esa esperanza de que no vas a conseguirla de una manera valida en ninguna otra parte de no ser en el Hades, va a irritarse de morir y no se irá allí gozoso? Preciso es creerlo, al menos si de verdad, amigo mío, es filosofo. Pues él tendrá en firme esa opinión: que en ningún otro lugar conseguirá de modo puro la sabiduría sino allí. Si eso es así, lo que justamente desde hacía un momento, ¿no sería una enorme incoherencia que tal individuo temiera la muerte?

Por lo tanto, eso será un testimonio suficiente para ti, de que un hombre a quien veas irritarse por ir a morir, ese no es filosofo, sino algún amigo del cuerpo. Y ese mismo será seguramente amigo también de las riquezas y de los honores, sea una de esas cosas o ambas.


77b Todo lo que vive nace de lo que ha muerto. Pues si nuestra alma existe antes ya, y le es necesario a ella, al ir a la vida y nacer, no nacer de ningún otro origen sino de la muerte y del estar muerto, ¿Cómo no será necesario que ella exista también tras haber muerto, ya que le es forzoso nacer de nuevo?

82c … aquellos a los que les importa algo su propia alma y que no viven amoldándose al cuerpo, no van por los mismos caminos que estos que no saben a donde encaminan, sino que considerando que no deben actuar en sentido contrario a la filosofía y a la liberación y el encanto de ésta, se dirigen de acuerdo con ella, siguiéndola por donde ella los guía.


83ª “Conocen, pues, los amantes del saber, que cuando la filosofía se hace cargo de su alma, está sencillamente encadenada y apesada dentro del cuerpo, y obligada a examinar la realidad a través de una prisión, y no ella por si misma, sino dando vueltas en una total ignorancia, y advirtiendo que lo terrible del aprisionamiento es a causa del deseo, de tal modo que el propio encadenado puede ser colaborador de su estar aprisionado. Lo que digo es que entonces reconocen los amantes del saber que, al hacerse cargo de la filosofía de su alma, que está en esta condición, la exhorta suavemente e intenta liberarla, mostrándole, que el examen a través de los ojos está lleno de engaño, y de engaño también el de los oídos y el de todos los sentidos, persuadiéndola a prescindir de ellos en cuanto no le sean de uso forzosos, aconsejándole que se concentre consigo misma y se recoja, y que no confíe en ninguna otra cosa, sino tan solo en sí misma, en lo que ella por si misma capte de lo real  como algo que es en sí. Y que lo que observe a través de otras cosas que es distinto en seres distintos, nada juzgue como verdadero. Que lo de tal clase es sensible y visible, y lo que ella sola contempla inteligible e invisible. Así que, como no piensa  que deba oponerse a tal liberación, el alma muy en verdad propia de un filosofo se aparta, así, de los placeres y pasiones y pesares en todo lo que es capaz, reflexionando que, siempre que se regocija o se atemoriza o se apasiona a fondo, no has sufrido ningún daño tan grande de las cosas que uno puede creer, como si sufriera una enfermedad o hiciera un gasto mediante sus apetencias, sino que sufre eso que es el mas grande y el extremo de los males, y no lo toma en cuenta.” 

83c Cada placer y dolor, como si tuviera un clavo, la clava en el cuerpo y la fija como un broche y la hace corpórea, al producirle la opinión de que son verdaderas las cosas que entonces el cuerpo afirma. Pues a partir del opinar en común con el cuerpo y alegrarse con sus mismas cosas, se ve obligada, pienso, a hacerse semejante en carácter e inclinaciones a él, y tal como para no llegar jamás de manera pura al Hades, sino como para partirse siempre contaminada del cuerpo, de forma que pronto recaiga en otro cuerpo y rebrote en él como si la sembraran, y como eso no va a participar de la comunión con lo divino, puro y uniforme.

El Mito escatológico (el viaje al más allá) 

108ª Se cuenta eso de que, cuando cada uno muere, el daimon (guía espiritual) de cada uno, el que le cupo en suerte en vida, ese intenta llevarlo hacia un cierto lugar, en donde es preciso que los congregados sean sentenciados para marchar hacia el Hades en compañía del guía aquel al que le está encomendado dirigirlos de aquí hasta allí. Y una vez que allí reciben lo que deben recibir y permanecen el tiempo que deben, de nuevo en sentido inverso los reconduce el guía a través de muchos y amplios periodos de tiempo. Me parece que ni es sencillo ni único. Pues, de serlo, no se necesitarían guías, ya que entonces ninguno se extraviaría nunca, por ser el único camino. Ahora, empero, parece que presenta muchas bifurcaciones y encrucijadas. Lo digo conjeturándolo por los ritos fúnebres y las ceremonias habituales aquí. Ciertamente el alma ordenada y sensata sigue y no ignora lo que tiene ante sí. Pero la que estuvo aprisionada de su cuerpo, como decía en lo anterior, y que durante largo tiempo ha estado prendada de este y del lugar de lo visible, ofreciendo muchas resistencias y tras sufrir mucho, marcha con violencia y duras penas conducida por el daimon designado. Y cuando llega allí donde los demás, al alma que va sin purificar y que ha cometido algún crimen, que ha ejecutado asesinatos injustos o perpetrado otros delitos por el estilo, que resultan hermanos de esos o actos propios de almas hermanas, a esta todo el mundo le rehúye y le vuelve la espada y nadie quiere hacerse su compañero de viaje ni su guía, y ella va errante encontrándose en una total indigencia hasta que pasan ciertos periodos de tiempo, al llegar los cuales es arrastrada por la necesidad hacia la morada que le corresponde. En cambio, la que ha pasado la vida pura y moderadamente, tras encontrarse allí a dioses como compañeros de viaje y guías, habita el lugar que ella se merece. Y son muchas y maravillosas las regiones de la tierra, y ella no es, ni en aspecto ni en tamaño, como opinan los que están habituados a hablar de las cosas bajo tierra, según yo me dejado convencer por alguien. (...)

…Pues hay por doquier a lo largo y ancho de la tierra numerosas cavidades, y diversas tanto en formas como en tamaños, en las que han confluido el agua, la niebla y el aire. En cuanto a la tierra misma, yace en el puro cielo, en el que están los astros y los que denominan éter la mayoría de los habituados a hablar de estos temas. Son un sedimento de éste esas cosas que confluyen  constantemente hacia las cavidades de la tierra, y nos creemos que vivimos sobre la superficie de la misma, como si uno que viviera en el hondo del mar creyera que habitara sobre el mar, y al ver a través del agua el sol y los demás astros pensara que el mar era el cielo, y a causa de su pesadez y debilidad jamás conseguiría llegar ala superficie del mar ni tampoco podría contemplar, sacando la cabeza y emergiendo de las aguas hacia esta región de aquí, cuanto mas pura y hermosa es que el lugar que habita, ni tampoco pudiera oírlo de otro que lo hubiera visto.

En ella hay muchos seres vivos, y entre de ellos los seres humanos, que viven los unos en el interior de la tierra, y otros en torno al aire como nosotros en torno al mar, y otros habitan en islas bañadas por el aire a corta distancia de la tierra firme. En una palabra, lo que para nosotros es el agua y el mar para nuestra utilidad, eso es allí el aire, y lo que para nosotros es el aire, para ellos lo es el éter. Sus estaciones mantienen una temperatura tal que ellos desconocen las enfermedades y viven mucho mas tiempo que la gente de acá, y en vista, oído, inteligencia y todas las demás facultades nos aventajan en la misma proporción que se distancia el aire del agua y el éter del aire respecto a la ligereza y pureza. Por cierto, que también tienen ellos bosques consagrados a los dioses y templos, en los que los dioses están de verdad y tienen profecías, oráculos, apariciones de los dioses, y tratos personales y recíprocos. En cuanto al sol, la luna y las estrellas, ellos los ven como son realmente, y el resto de su felicidad está acorde con estos rasgos.

 


Una vez que los difuntos, llegan a la región a donde a cada uno le conduce su daimon, comienzan por ser juzgados los que han vivido bien y los que no. Y quienes parece que han vivido moderadamente, enviados hacia el Aqueronte. En cambio, lo que se estima que se distinguieron por su santo vivir, estos son los que, liberándose de esas regiones del interior de la tierra y apartándose de ellas como de cárceles, ascienden a la superficie para llegar a la morada pura y establecerse sobre la tierra. De entre ellos, los que se han purificado suficientemente en el ejercicio de la filosofía viven completamente sin cuerpos para todo el porvenir, y van a parar a moradas mas bellas que esas, que no es fácil describirlas, así que con vistas a esto que hemos relatado, Simmias, es preciso hacerlo todo de tal modo que participemos en la virtud y la prudencia de esta vida. Pues es bella la competición y la esperanza grande.

Así que por tales motivos debe estar confiado respecto de su alma todo hombre que en su vida ha enviado a paseo los demás placeres del cuerpo y sus adornos, considerando que eran ajenos y que debía oponerse a ellos, mientras que se afanó por los del aprender, y tras adornar su alma no con adorno ajeno, sino con el propio de ella, con la prudencia, la justicia, el valor, la libertad y la verdad, así aguarda el viaje hacia el Hades, como dispuesto a marchar en cuanto el destino lo llame.

“Este fue el fin, Equécrates, que tuvo nuestro amigo (Sócrates), el mejor hombre, podemos decir nosotros, de los que entonces conocimos, y, en modo muy destacado, el mas inteligente y más justo.”

“Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo y no lo descuides.”



 "Dime, Yhasua, ¿es verdad que las almas humanas toman nuevos cuerpos para repetir una y otra vez sus vidas físicas? La escuela de Sócrates y Platón lo aseguran así.

—Es una de las grandes verdades de la Ley Eterna. El alma humana aparece muchas veces en el escenario de la vida física en cuerpos dife­rentes. ¿Por qué me preguntas esto?" Arpas Eternas