12 de julio de 2013

Reflexiones sobre el estudio del derecho en México

Uno de los primeros deberes de cualquier intelectual era ser claro al expresar su pensamiento. La claridad no solamente es un deber de quienes hacen trabajo docente o de investigación sino de toda persona que desarrolle trabajo intelectual. Los abogados no solamente suelen ser rebuscados en sus expresiones, sino que además son prolijos. Lo que pueden decir en pocas palabras, a veces se prolongan hasta construir enormes legajos, llenos de tecnicismos y abstracciones incomprensibles. La vacuidad expresiva y la prolijidad deben ser evitadas.

La principal habilidad que debían tener los estudiantes de derecho para sobresalir en sus estudios fue la memoria.  En palabras de Juan Antonio Pérez Lledó “la principal aptitud necesaria para que un estudiante tenga éxito en sus estudios en las facultades de derecho es la memoria. No hace falta ser especialmente inteligente o brillante, y mucho menos creativo, para sacar buenas notas, la idea de que es un buen jurista quien conoce muchas normas sigue siendo muy arraigada en la docencia.”

Los profesores llegan al aula y se ponen a explicar o a dictar los contenidos que les correspondían. Los alumnos tomaban apuntes de la mejor manera posible y, cuando su habilidad para escribir era suficiente, se los pedían a alguno de sus compañeros. Habiendo cumplido con las asistencias exigidas por el profesor, el alumno presentaba un examen final para el que la única manera de prepararse era memorizando todos los apuntes que se habían tomado en clase, las cuales casi siempre incluían muchas normas jurídicas.

De hecho, lo que se preguntaba en los exámenes era el contenido de esas mismas normas y, dependiendo de la materia, algunos conceptos que había dado el profesor en la clase.

Con el paso del tiempo, se da uno cuenta de que el esfuerzo descomunal de memorización que exigían, no tiene casi ninguna utilidad, más allá del evidente beneficio inmediato que consiste en acreditar la materia. Las razones del desmerito son las siguientes:

1. Los ordenamientos tienen un número tan elevado de normas jurídicas de todo tipo que incluso el estudiante con mejor memoria, solo podría retener un porcentaje muy bajo de todo ese conglomerado normativo. Y durante unos días, puesto que es del todo probable que lo que una persona memoriza para aprobar un examen, sea olvidado en cuestión de horas o días.

2. La memorización sirve de poco como habilidad para lograr el éxito profesional cuando el ordenamiento jurídico tiene un gran dinamismo (y no se diga de la materia fiscal), Las normas cambian a tal velocidad que no tiene sentido memorizarlas.

Como dice Rogelio Pérez Perdomo “lo característico de este saber jurídico es que es perecedero: la legislación cambia lo mismo que los criterios jurisprudenciales y normativos…las escuelas de derecho están interesadas en transmitir el conocimiento que en entrenar buscarlo.

Lo importante no es saberse de memoria el contenido de las normas jurídicas, sino saber cómo encontrarlas cuando uno lo necesita. Y para eso, sirve mucho saber hacer uso de las nuevas tecnologías y de las enormes ventajas que hoy en día nos suministra el internet.

Lo anterior no significa, sin embargo, que tener una buena memoria no sea útil para ser un abogado exitoso. Saber de memoria donde se puede encontrar lo que es relevante ayuda mucho y hace más eficiente el trabajo.

La formación de futuros abogados se darían bajo la siguiente condición: que lo que se pida que memoricen sea la explicación sobre el sentido, significado y alcance de las normas, y no simplemente su contenido.

Lo que la educación jurídica debería intentar es desarrollar la capacidad de interpretación y argumentación.

La habilidad más importante para poder ser un buen abogado, es la de interpretar las normas jurídicas y a partir de dicha interpretación poder construir buenos argumentos, argumentos que sirvan para resolver problemas concretos, ya sea dentro de un juicio, en una discusión parlamentaria o en una obra de teoría jurídica. 


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