Uno de los primeros deberes
de cualquier intelectual era ser claro al expresar su pensamiento. La claridad
no solamente es un deber de quienes hacen trabajo docente o de investigación
sino de toda persona que desarrolle trabajo intelectual. Los abogados no
solamente suelen ser rebuscados en sus expresiones, sino que además son
prolijos. Lo que pueden decir en pocas palabras, a veces se prolongan hasta
construir enormes legajos, llenos de tecnicismos y abstracciones
incomprensibles. La vacuidad expresiva y la prolijidad deben ser evitadas.
La principal habilidad que
debían tener los estudiantes de derecho para sobresalir en sus estudios fue la
memoria. En palabras de Juan Antonio
Pérez Lledó “la principal aptitud necesaria para que un estudiante tenga éxito
en sus estudios en las facultades de derecho es la memoria. No hace falta ser
especialmente inteligente o brillante, y mucho menos creativo, para sacar
buenas notas, la idea de que es un buen jurista quien conoce muchas normas
sigue siendo muy arraigada en la docencia.”
Los profesores llegan al
aula y se ponen a explicar o a dictar los contenidos que les correspondían. Los
alumnos tomaban apuntes de la mejor manera posible y, cuando su habilidad para
escribir era suficiente, se los pedían a alguno de sus compañeros. Habiendo
cumplido con las asistencias exigidas por el profesor, el alumno presentaba un
examen final para el que la única manera de prepararse era memorizando todos
los apuntes que se habían tomado en clase, las cuales casi siempre incluían
muchas normas jurídicas.
De hecho, lo que se
preguntaba en los exámenes era el contenido de esas mismas normas y, dependiendo
de la materia, algunos conceptos que había dado el profesor en la clase.
Con el paso del tiempo, se
da uno cuenta de que el esfuerzo descomunal de memorización que exigían, no
tiene casi ninguna utilidad, más allá del evidente beneficio inmediato que consiste
en acreditar la materia. Las razones del desmerito son las siguientes:
1. Los ordenamientos tienen un número tan
elevado de normas jurídicas de todo tipo que incluso el estudiante con mejor
memoria, solo podría retener un porcentaje muy bajo de todo ese conglomerado
normativo. Y durante unos días, puesto que es del todo probable que lo que una
persona memoriza para aprobar un examen, sea olvidado en cuestión de horas o
días.
2. La memorización sirve de poco como habilidad
para lograr el éxito profesional cuando el ordenamiento jurídico tiene un gran
dinamismo (y no se diga de la materia fiscal), Las normas cambian a tal
velocidad que no tiene sentido memorizarlas.
Como dice Rogelio Pérez
Perdomo “lo característico de este saber jurídico es que es perecedero: la
legislación cambia lo mismo que los criterios jurisprudenciales y
normativos…las escuelas de derecho están interesadas en transmitir el
conocimiento que en entrenar buscarlo.
Lo importante no es saberse
de memoria el contenido de las normas jurídicas, sino saber cómo encontrarlas
cuando uno lo necesita. Y para eso, sirve mucho saber hacer uso de las nuevas
tecnologías y de las enormes ventajas que hoy en día nos suministra el
internet.
Lo anterior no significa,
sin embargo, que tener una buena memoria no sea útil para ser un abogado
exitoso. Saber de memoria donde se puede encontrar lo que es relevante ayuda
mucho y hace más eficiente el trabajo.
La formación de futuros
abogados se darían bajo la siguiente condición: que lo que se pida que
memoricen sea la explicación sobre el sentido, significado y alcance de las
normas, y no simplemente su contenido.
Lo que la educación jurídica
debería intentar es desarrollar la capacidad de interpretación y argumentación.
La habilidad más importante
para poder ser un buen abogado, es la de interpretar las normas jurídicas y a
partir de dicha interpretación poder construir buenos argumentos, argumentos
que sirvan para resolver problemas concretos, ya sea dentro de un juicio, en
una discusión parlamentaria o en una obra de teoría jurídica.
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